Así, las flotas pesqueras de los países ricos, compuestas por buques con capacidad para moverse por todos los mares del mundo, esquilman un caladero tras otro y son las principales culpables de la sobrepesca que desde hace años viene destruyendo la capacidad de regeneración de las especies marinas, preparando un colapso de las capturas a escala mundial. Las primeras perjudicadas son las poblaciones de los países pobres que dependen de la pesca local: ellas carecen de flotas potentes para pescar lejos de sus costas.
Un país desarrollado como España no debe, tras agotar sus propios recursos pesqueros, expandirse por los mares del mundo privando a otras poblaciones más pobres de sus medios de subsistencia, porque agrava la situación de esas poblaciones y las empuja a una resistencia que desemboca en aventuras violentas y salidas militares. La solución hay que buscarla en casa, adaptándose a unos ecosistemas dañados y gestionándolos mejor (por ejemplo, con la piscicultura como alternativa a la pesca), y adoptando medidas previsoras para que nadie se quede sin trabajo y sin fuente de ingresos. Es inquietante que se esté haciendo exactamente lo contrario: optar por la huida hacia delante y por un neoimperialismo ecológico reforzado militarmente que sólo puede redundar en un empeoramiento de la situación.
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Otro ejemplo evidente es China, que ha acelerado en los últimos años la "conquista" económica de países pobres de África y de América Latina. Aprovechando la debilidad occidental, Pekín ha puesto sobre la mesa más de 60.000 millones de dólares en sólo seis meses para controlar el acceso a materias primas -especialmente, petróleo- y competir directamente en feudos occidentales (como Nigeria o Ghana) con grandes multinacionales como ExxonMobil y Shell.
Sin embargo, el déficit energético de China va a acentuarse aún más en los próximos años, si logra mantener el ritmo de crecimiento. Aunque su principal fuente de energía es el carbón, en una década ha pasado de necesitar 4,2 millones de barriles diarios de crudo a 8 millones, lo que le ha convertido ya en el segundo consumidor mundial. Y las estimaciones son que en 2014 necesitará al menos 11 millones. Hoy África ya aporta casi el 30% del crudo que China importa, así como importantes cantidades de reservas minerales (cobalto, cobre, níquel, platino, etc.).
El gigante asiático ha puesto también los ojos en América Latina, ya que tiene acuerdos energéticos y de abastecimiento de materias primas con Venezuela (petróleo), Brasil (petróleo), Argentina (soja), Ecuador (petróleo) y Perú y Chile (cobre y acero).
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