Decenas de razas de ganado, como la vizcaína vaca monchina o la gallina pinta asturiana, y miles de variedades de plantas cultivadas se pierden cada año en todo el mundo. Esta merma genética afecta a la base de nuestra alimentación y empobrece la diversidad natural y cultural de nuestros campos.
En Castrillo de Villavega (Palencia), Aurelio Robles, agricultor e ingeniero técnico agrícola, se ha propuesto crear un vivero con semillas e injertos de árboles frutales que van camino de la desaparición. Lleva 150 variedades y afirma que muchos de ellos estaban plenamente adaptados a las condiciones de clima y suelo de la zona y eran resistentes a plagas y enfermedades. Más variedades guarda aún el Centro de Recursos Fitogenéticos del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (CRF-INIA) en sus instalaciones de Alcalá de Henares (Madrid): cerca de 70.000. Y, más aún, el Depósito Mundial de Variedades que se abrió a principios de año en las tierras gélidas del archipiélago de Svalbard (Noruega). Aunque ha comenzado con 200.000 semillas, tiene capacidad para 4,5 millones de muestras.
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