Fuente: Greenpeace |
Algunas de las especies de profundidad más comunes en los supermercados y pescaderías son: la platija americana, la gallineta nórdica, el fletán, el rape, la maruca y distintos tiburones de profundidad. Podemos encontrarlas tanto en fresco como en congelado y en muchos casos ya procesadas en forma de filetes.
Las redes más grandes utilizadas en la pesca de arrastre tienen una “boca” tan amplia como un campo de fútbol, y dejan cicatrices marinas de más de 4 km de longitud. La heridas que provocan al ecosistema pueden ser permanentes. La pesca de arrastre, por otra parte, deja en suspensión sedimentos (a veces tóxicos) responsables de una turbidez del agua perjudicial para la vida. Este tipo de pesca anula las características naturales del ambiente, que en condiciones normales permiten a los animales marinos vivir, descansar, esconderse.
En el Mediterráneo el arrastre es una seria amenaza para la conservación del coralígeno y fondos de maërl (algas rojas calcáreas), así como para las especies que dependen de ella, como la merluza, la langosta y el salmonete. Xavier Pastor, director ejecutivo de Oceana Europa, ha solicitado que se haga efectivo «de una vez» el cumplimiento de la legislación aplicable (el Reglamento del Mediterráneo y el Plan Integral de Gestión de los recursos del Mediterráneo) y se decrete la prohibición expresa de la pesca con redes de arrastre en las zonas con presencia de estos hábitats.
Por otra parte, la Comisión Europea quiere aumentar la protección al hábitat profundo marino en sus aguas, y para conseguirlo, ha propuesto la eliminación de la pesca de arrastre, reducir los descartes de los peces no deseados, y aplicar las cuotas de pesca de forma científica.
La propuesta fue llevada al Parlamento Europeo. Matthew Gianni, de la Coalición para la Conservación del Fondo Marino, comenta que el proceso podría llevar entre 8 y 12 meses, aunque es “imposible de predecir“. De hecho, la Eurocámara aprobó en diciembre de 2013 una moratoria de cuatro años: ver artículo.
En cambio, el sector pesquero gallego no cree que la última propuesta de la Comisión Europea de prohibir progresivamente las artes de arrastre de fondo y volanta dirigidas a la captura de especies de aguas profundas vaya a afectarle especialmente; más que nada porque esa flota prácticamente ha desaparecido de los puertos gallegos. «No sobrevivió a las restricciones que en 2006 se impusieron a las redes de enmalle -no poder faenar en fondos de más de 200 metros, 600 si es en aguas comunitarias-».
El Ejecutivo especifica que los buques afectados directamente son, sobre todo, «franceses, españoles y portugueses». Y abunda en que no son solo grandes arrastreros que faenan en Hatton Bank y Rockall, con base en Francia, Galicia -ya pocos y casi todos en Vigo-, Asturias y el País Vasco, sino también otros dedicados a la pesca artesanal con palangre en zonas como las Azores, Madeira y Canarias. Admite también que la medida propuesta será un mazazo muy duro para Bretaña y para las 200 pesquerías que están especializadas en especies profundas, pero lo minimiza indicando que «tendría un impacto muy limitado a escala nacional».
La flota española reclamó en Bruselas mejor gestión de la pesca en aguas profundas a través de estudios científicos que protejan los ecosistemas más vulnerables, en lugar de imponer la prohibición de las redes de arrastre sugerida por la Comisión Europea (CE). "Hay que hacer una apuesta por la gestión y no por la prohibición", defendió en declaraciones a Efeagro el secretario general de la Confederación Española de Pesca (Cepesca), Javier Garat.
La propuesta de la Comisión sobre el asunto, presentada en julio de 2012, pretendía "garantizar una explotación sostenible y disminuir las capturas accesorias". Para ello, abogaba por retirar de manera progresiva las redes de arrastre de fondo o de redes de enmalle, al considerar esos métodos "más nocivos que otros para los ecosistemas". En opinión de Garat, prohibir la pesca de arrastre en aguas profundas es algo "completamente desproporcionado".
Parece un poco cansino, pero es lo de siempre: los intereses económicos en contraposición con los intereses ecológicos, cuando debería ser al revés, es decir, que se armonizaran ambas posturas en un modelo claro de desarrollo sostenible.
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