Este año se han desarrollado de forma significativa los biocarburantes de la segunda generación que se producen a partir de biomasa “lignocelulósica”, es decir, de desechos agrícolas (como la paja del cereal, el rastrojo del maíz, la celulosa de la caña de azúcar, la cáscara de los cereales, hojas…), resíduos forestales (restos de poda y tala de árboles) o cultivos energéticos ex profeso. Además se incluyen los conocidos como “biocombustibles sintéticos”, esto es, los que se obtienen a partir de la gasificación de biomasa (BtL, Biomass-to Liquid).
Últimamente se está desarrollando otra alternativa, ya que se puede producir carburante a partir de microalgas, celulosa u otras materias no alimenticias y que se pueden cultivar en laboratorio. En España varias empresas, como Microalgas de Acciona, trabajan en la producción de biocarburantes a partir de microalgas. Estos seres unicelulares crecen más rápido que las plantas y son fáciles de manipular y se desarrollan en una gran variedad de medios acuosos, sin robar espacio a los suelos aptos para la agricultura.
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