11 ago 2010

La letal marea verde

Es bien conocido desde hace muchos años el grave problema de la eutrofización de las aguas y las consecuencias que se derivan de esta contaminación, pero acabo de leer en un artículo de Publico.es un caso en Francia que pone los pelos de punta (evidentemente al que los tenga), y que resumo aquí.

En las playas de Bretaña se están multiplicando las mareas verdes que alcanzan proporciones descomunales, liquidan playas enteras declaradas no aptas para el baño o el paseo, han causado ya algunas muertes y generan costes inabordables para los municipios y gobiernos comarcales que optan por retirarlas.

La altísima concentración en Bretaña de las granjas intensivas de cerdos, vacas y pollos ha provocado masivas aportaciones de nitrógeno procedente de los abonos y la alimentación animal. Un nitrógeno que luego se escapa por los efluentes -el líquido resultante de los excrementos animales y de los abonos- y acaba contaminando la tierra, convirtiéndose en nitrato y descargando en los cursos de agua antes de desembocar en el mar. En las bahías, esas altísimas concentraciones de nitrato hacen las delicias de las algas, como las lechugas de mar (Ulva lactuca), que lo invaden todo.

Todo comenzó a finales de los años cincuenta del siglo pasado. En pleno desarrollismo a la francesa, París decidió que la única manera de generar actividad en Bretaña y sacar a la región de la pobreza era desarrollar la ganadería intensiva, y también la agricultura que va con ella. Resultado tras medio siglo: Bretaña, que sólo tiene el 7% de la superficie agrícola de Francia, concentra el 50% de las granjas de cerdos y de pollos. "A partir de los años cincuenta, para las granjas de vacas, pollos y cerdos, buena parte de la alimentación animal empezó a ser importada, con complementos nutritivos nitrogenados, como la soja. Luego los excrementos animales eran esparcidos por las tierras como abono, sin tener en cuenta el suplemento de nitrógeno, y además con otros abonos suplementarios, también con nitrógeno", explica Laurent Ruiz, agrónomo e hidrogeólogo del Instituto Nacional de Investigación Agronómica (INRA) francés.

Esas aportaciones excesivas de nitrógeno pudieron ser retenidas en parte por los suelos, y también por algunas praderas que seguían persistiendo. Pero, según datos oficiales del Ministerio de Medio Ambiente, a partir de los años setenta el excedente de nitrógeno empezó a invadir los cursos de agua dulce. El nivel de nitratos en los cursos fluviales se mantiene a un nivel elevado de 30 a 40 miligramos por litro. Lo que quiere decir que, en las peores cuencas, se alcanza un nivel de 70 miligramos por litro.

Un nivel intolerable para el hombre y dañino para el medio ambiente, cuyo resultado más terrorífico es la proporción que han alcanzado las mareas verdes. Una vez que el mar ha depositado las algas en la playa, el grosor de la materia en putrefacción puede alcanzar los 20 centímetros. Toda una masa putrefacta que queda lista para desprender, en cuanto un pie rompe la capa seca, niveles de sulfuro de hidrógeno capaces de matar perros, caballos y hasta humanos, por asfixia, por edema pulmonar o por complicaciones asociadas.

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