Sin embargo, España aún sigue a la cola en la utilización de esta energía, pese a que prácticamente no emite gases contaminantes y ofrece un enorme rendimiento: se estima que la energía almacenada en un kilómetro cúbico de roca caliente a 250°C equivale a 40 millones de barriles de petróleo. Su escasa implantación se debe en gran medida a que, a pesar de ser una fuente renovable, no es muy conocida.
Las barreras económicas han sido el gran freno para los proyectos en el país. Por ejemplo, la perforación en los de baja temperatura puede llegar a suponer el 60% del coste total. A esto se suma el poco apoyo institucional, puesto que en el último Plan de Energías Renovables (PER) 2005-2010, que establecía el objetivo de que las fuentes renovables cubrieran como mínimo el 12% de la demanda total de energía primaria, la geotermia fue la gran olvidada, aunque el Ministerio de Industria sí quiso fomentar de algún modo esta energía e incluyó el Programa Geocasa, dotado con 3 millones de euros.
España cuenta con un mapa geotérmico dominado por el rango de temperaturas por debajo de los 100ºC, con la excepción de las islas Canarias. Sin embargo, el aprovechamiento geotérmico de muy baja temperatura mediante bomba de calor, al igual que sucedió años atrás en Europa, está comenzando a ser una realidad, ya que las nuevas tecnologías permiten que en yacimientos geotérmicos secos sea posible inyectar agua para conseguir las condiciones de un recurso de alta entalpía.
Geoplat apuesta por la I+D en esta área, con una base de datos pública y única para todo el sector, tal y como expone en su último informe "Visión a 2030". Se prevé que se salte de los actuales 80 megavatios (MW) de potencia instalada a unos 1.000 MW eléctricos y 300 MW térmicos en el año 2020, y a unos 3.000 MW y 1.000 MW, respectivamente, en 2030.
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