Generaciones de europeos enfebrecidos han aprendido, cuando eran niños, a estar quietos con él y a saber cuán largos son cinco minutos reales, con todos sus segundos. Generaciones de padres, en cuanto se rompía uno, aislaban a su prole en una habitación, mientras ellos perseguían de manera más imposible que implacable unas diminutas bolitas plateadas.
Los termómetros de mercurio pasarán este mes a la historia. Estos instrumentos, que se utilizan desde hace décadas para tomar la temperatura, no podrán fabricarse ni venderse desde el día 3 de abril en ningún país de la Unión Europea, según establece una directiva comunitaria aprobada en julio de 2007 que advierte de los riesgos nocivos del mercurio para el medio ambiente. Esta norma, sin embargo, no impide la utilización de los ya adquiridos por particulares o centros sanitarios que, una vez se rompan o estropeen, deberán llevarse a algún punto limpio y sustituirse por termómetros digitales.
El mercurio es un elemento químico tóxico y muy contaminante y, según advierte la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), sus restos pueden llegar a ser peligrosos para la salud. «Si se tiran a la basura o al vertedero, pueden acabar en el mar, donde el mercurio se acumula en los peces», afirma este colectivo en su página web, donde señala que «se han encontrado restos de mercurio entre la población de pescados más típicas de las zonas costeras del Mediterráneo».
Más información sobre los efectos contaminantes del mercurio en la web de Ecologistas en acción.
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